El fraude alimentario es tan antiguo como el hombre. Parece que hacer trampa es parte de la naturaleza humana.
El problema es cuando se usan productos alimenticios o sus componentes para engañar y sacar algún beneficio económico, porque está en riesgo la salud de las personas.
En 2008, un escándalo envolvió a China y las fórmulas infantiles, cuando en otro país encontraron melamina en fórmulas infantiles chinas. A alguien se le hizo fácil mezclar un polvo blanco dentro de otro polvo blanco para aparentar mayor cantidad de proteínas. Se calcula que 300,000 niños sufrieron las consecuencias de este engaño.
En 2013, las autoridades sanitarias de Reino Unido encontraron que lasañas etiquetadas como de res, en realidad contenían parte o el total de la carne de caballo. El problema a la salud pública podría ser la fenilbutazona, medicamento usado en los caballos y no permitido para consumo humano, pero no se reportaron casos. Este incidente fue una llamada de atención a las autoridades europeas y se creó la EU Food Fraud Network, organismo que gestiona la cooperación de las autoridades de países de la Unión Europea para casos de fraude alimentario.
En los programas de certificación reconocidos por GFSI, se requiere hacer un análisis de vulnerabilidad ante el fraude alimentario, determinar e implementar medidas de mitigación. Todas las empresas de la cadena de suministro de alimentos pueden ser blanco de algún tipo de fraude alimentario.
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